La fascinación por las reliquias y sus propiedades supuestamente mágicas, ha hecho de ellas un objetivo codiciado a lo largo de la Historia. Conocidos son los empeños de dirigentes de toda condición, para conseguirlas como si de un Santo Grial se tratara. Recordemos por ejemplo la obsesión de Hitler por la lanza de Longinos, entre otros muchos fetiches. Aquí en España tuvimos una historia muy parecida relacionada con la reliquia conocida como la espada de san Pablo, o también llamada cuchillo de Nerón. Según la creencia, san Pablo, un ciudadano romano convertido al Cristianismo, fue decapitado en tiempos de Nerón por abrazar la rebelión religiosa del que se proclamaba “Rey de los judíos”. Su cabeza fue cercenada y la espada que le segó la vida se convirtió en objeto de culto.
¿Qué fue de la espada de San Pablo?
Se llevó a Roma donde protegida como reliquia, fue a parar a las manos de un cardenal toledano, Gil Álvarez de Albornoz, que fue obsequiado con ella en el siglo XIV, por defender la posición del papa Urbano V, amigo y aliado suyo.
Debemos hacer aquí una pequeña pausa para explicar que la importancia de una reliquia no está en su autenticidad, sino en su poder de veneración y culto, además de la protección que otorga y un sin fin de atribuciones que la hacen un objeto único, valioso y codiciado. Insistimos que estamos en el muy respetable universo de las creencias, ya que es muy improbable por no decir imposible, que este objeto (la espada de san Pablo), fuese auténtico.

Volamos con la historia, la espada se registra en dos lugares toledanos, el ya desaparecido convento de la Sisla y el de las Jerónimas de san Pablo, donde lo tienen en un lugar de exposición pública y a la cual se la venera espacialmente. Hasta este convento venía un jovencísimo Francisco Franco cuando era cadete de la Academia de Infantería de Toledo, allá por el año 1907. A partir de aquí, se mantendrá una fascinación que durará toda su vida. Pero en la Guerra Civil la espada de san Pablo desaparecerá para no dejar huella hasta el día de hoy.
Vanos fueron los intentos de Franco ya como jefe de Estado, en recuperar la reliquia, ya que no se sabe si el cuchillo fue escondido, arrojado a un pozo, o vendido en el mercado negro. ¿Paradero? Desconocido. Lo que sí se sabe es que al día de hoy tenemos dos réplicas, una en el Museo Nacional del Ejército (edificio Alcázar), y otra está en el convento de san Pablo. También se encontró un dibujo en pergamino a doble cara con todas sus características en el archivo del museo de Santa Cruz. Por lo tanto, la reliquia nos ha dejado las suficientes pistas para que aún al día de hoy, tengamos la esperanza de que vuelva a aparecer. Todo un misterio plagado de obsesiones, intrigas y creencias.