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La huella templaria en Toledo

La huella templaria Toledo

El entorno de la parroquia San Miguel “el alto”, constituye el meollo de la pista templaria en la ciudad de Toledo.

Siendo destacable en primer lugar y en la Plaza del Seco, la llamada “Casa del Temple”. Edificio singular del casco antiguo de Toledo cuya estructura inicial data de los siglos XI-XII, conservándose de esta época un salón, una alcoba y la “algorfa” del ala occidental, con su correspondiente “alfarje”. Las posteriores modificaciones y restauraciones hacen difícil verificar las trazas originales si bien lo cuidado del interior, lo convierten en un enclave realmente sugestivo en el que respirar el aroma del Medievo toledano.

Encontramos así numerosas y ricas yeserías, así como vigas de época califal, con inscripciones árabes en las que se recogen suras del Corán. Interesante señalar aquí cómo según Julio Porres, Amador de los Ríos habría encontrado en la casa y en 1845, una alacena en la que se guardarían los documentos propios del día a día y organización de los fratres templarios en Toledo. Por desgracia dicha alacena se vendió poco tiempo después, y la pista nos lleva primero al museo de South Kensington de Londres, y más adelante al Museo “Victoria y Alberto”, también en Londres. No volviéndose a saber desde entonces de ella…

Por otra parte, Vicente Cutanda, numerario de la academia de Artes y Ciencias históricas de Toledo, recogerá cómo la mencionada casa de la Plaza del Seco, era conocida por el acervo popular y desde siempre, como la “Casa del Temple”. Y si bien ha sido así desde hace siglos, por desgracia y de este inmueble, no se conserva ningún documento que atestigüe la cesión de esta casa a la Orden. La hipótesis más probable en cualquier caso es que la casa fuera cedida por Alfonso VII y la cesión estuviera asociada a la defensa del Puente de Alcántara, así como vinculada a la poderosa encomienda templaria de Montalbán. Situada junto a los Montes de Toledo y acompañada de un impresionante castillo, que sería el verdadero centro templario de la provincia de Toledo.

Los edificios templarios en Toledo

Tendríamos así en la ciudad de Toledo y vinculados al mundo templario, por un lado y extramuros, el hermoso enclave y castillo de San Servando. Y por otro, dentro de la ciudad amurallada, la mencionada “Casa del Temple” así como y muy cerca de dicha casa, la parroquia de San Miguel. Parroquia interesantísima de la que hablaremos en otra ocasión.

Da la impresión de que estos lugares intramuros de Toledo, servían de lugares de reposo, “intendencia” y oración para los templarios acuartelados en el castillo. Por otra parte, bajo esta casa y parroquia, existirá una red de galerías, estancias subterráneas y cuevas, en gran medida conservadas hoy día, que en tiempos comunicaban la parroquia de San Miguel con la Casa del Temple.

La más conocida de estas cuevas será la llamada “Cueva de San Miguel” o “Bodegas de Vázquez”, de las que en otra ocasión hablaremos largo y tendido, y que en nuestra ruta de los sábados sobre el “Toledo Mágico” generalmente visitamos.

Por otra parte, asociadas al castillo de San Servando y la orden del Temple, se contarán algunas leyendas…

Se dice así que en tiempos de Felipe II, la presencia insistente de una sombra con atavíos templarios en las almenas el castillo, tenía atemorizada a la ciudad de Toledo. Un capitán de los tercios de nombre Lorenzo de Cañada, se decidirá entonces a hacer frente al misterio y una noche de luna llena, cruzará el puente del Alcántara y entrará armado con su espada en las ruinas del castillo, dispuesto a hacer frente a lo que pudiera surgirle allí, por espectral y fantasmagórico que fuese…

A la mañana siguiente y con las primeras luces del alba, don Lorenzo cruzó de vuelta el puente de Alcántara, sano y salvo, pero también cansado de una noche entera en vela en la que dijo no haber dormido ni un instante. A partir de esa noche el fantasma templario no se volvió a aparecer y don Lorenzo, nunca quiso desvelar qué había ocurrido, si bien abandonó el oficio de las armas y se ordenó sacerdote, siendo desde entonces un hombre piadoso y profundamente temeroso de Dios.

Anterior a esta historia de don Lorenzo, tendremos la leyenda de una aparición fantasmal, de porte femenino, aspecto mortecino y vestida con gasas blancas, que en tiempos de los templarios, se paseaba por la almenas de San Servando… En éste caso, a la aparición espectral la hará frente un templario de nombre Nuño Alvear, que en una noche lúgubre de noviembre, llegará hasta la siniestra sombra dispuesto a sonsacarla su secreto. La leyenda cuenta que tras una macabra conversación sobre destinos funestos y hombres temerarios, la aparición revelará su verdadera identidad, que no sería otra que la de la mismísima Muerte. Ésta se llevará entonces al caballero consigo, y cobrada una vida, marchará del castillo para no vérsela más.

Dos historias así similares, en un mismo enclave templario de Toledo, una ubicada en el siglo XVI y otra en el Medievo, ambas con un “héroe” haciendo frente al misterio. Uno quizás superando la prueba pero guardando el secreto. Y otro quizás, llegando a saber más de lo que debía, pagándolo entonces con la vida…

A partir de aquí, quien quiera entender, que entienda…

La leyenda templaria del Baphomet y Toledo

Hay ubicada en pleno barrio templario de Toledo una plaza que si bien hoy día se llama plaza de Abdón de Paz, antes y durante siglos se la conoció como la plaza de la Cabeza

Esta referencia a la “Cabeza” y en pleno barrio templario de Toledo, no debe pasarnos desapercibida. Pues una de las referencias claves en torno al “misterio” o “esoterismo” templario, sería la referencia a una supuesta “cabeza mágica” que habría poseído la orden del temple. Cabeza “parlante” de varios rostros a la que los templarios condenados en París llamaron Baphomet

Tanto como escultura o como pintura sobre tabla, la idea de que la orden del temple pudiera “adorar” a una “cabeza mágica y parlante”, parecerá estar señalándonos uno de los símbolos más clásicos de la Tradición; símbolo ya rastreable en el mundo grecolatino en la figura de Morfeo así como en la figura de Jano. Al mismo tiempo, la idea de varios rostros en uno, podrá acercarnos al principio esotérico de la “diada cósmica” o unión armoniosa de la dualidad originaria de la que surge la Creación: Lo masculino y lo femenino, lo activo y pasivo, el espíritu y el alma… dualidad armoniosamente unificada en un nivel superior de orden y equilibro que en el ámbito de la alquimia, corresponderá a la figura del andrógino.

Por otra parte, el símbolo de una “cabeza mágica” que hablará diversas lenguas, podrá apuntar precisamente, al conocimiento superior al que da acceso la realización del misterio alquímico del andrógino.

En todo caso, la idea de un “Baphomet templario”, podrá sernos sugerida no solo por las confesiones de los templarios en el juicio que se llevo a cabo contra ellos, sino también por la curiosa insistencia con la que la idea de la cabeza aparece vinculada al mundo templario. Ocurre así con la adoración a la cabeza de San Saturio en Soria, a la de Gregorio Ostiense en Sorlada, o la de San Guillermo en Obanos. Todas ellas en enclaves templarios. Por otro lado, en esa línea de una vinculación entre el símbolo de la “cabeza parlante” y el saber alquímico, en Toledo tendremos la referencia a una leyenda según la cual, don Enrique de Villena (reputado “ocultista y alquimista” castellano del siglo XV), habría poseído una cabeza parlante que le habría dictado sus tratados alquímicos. Esta idea de la cabeza parlante y de varios rostros, como fuente de conocimiento y símbolo de la obra alquímica, se repetirá en otras leyendas no ya toledanas o españolas, si no también europeas.

Más significativo aún si cabe será la leyenda recogida en Las mil y una noches según la cual en el jefe de los “Asesinos”, el llamado “Viejo de la Montaña”, habría poseído también una cabeza parlante. Siendo esta secta religiosa islámica uno de los clásicos del esoterismo musulmán, su vinculación con un “aparente” Baphomet, no podrá pasarnos desapercibida…

Respecto de esta imagen y símbolo de una cabeza mágica de varios rostros, en Toledo no podemos dejar de hacer referencia al convento de Santo domingo el Antiguo, y a la presencia en el mismo de una tabla policromada de interesantes referencias heréticas y de manifiesto calado esotérico.

La susodicha obra, representará un Cristo de tres rostros, en el que los dos de los lados confluyen en el del centro. Al tiempo que sostiene entre sus manos un triángulo invertido de referencias heréticas con un Dios que sería una única persona manifestada en tres ámbitos diferentes; como Padre, como Hijo, y como Espíritu Santo. Y no una realidad unitaria y trinitaria a un tiempo, de tres personas que son una, tal como recogería el dogma de la santísima trinidad en el catolicismo. El cuadro en sí, a pesar de su relación con la herejía sabeliana, tendrá una impronta “bafomética” clara, más aún cuando resulta ser casi idéntico al Cristo de tres rostros del Monasterio de Tulebras. Encomienda templaria por antonomasia en Navarra. El cuadro a punto estuvo de ser quemado por la inquisición, inexplicablemente se salvo si bien fue retirado de la vista y guardado en un sótano del convento. Del autor del mismo nada se sabe…

Por otra parte en Toledo, también poseeremos una leyenda que directamente nos apuntará al mito del Baphomet. Es la leyenda del monje Gerberto de Aurillac, arzobispo de Reims y Rávena, que habría llegado a Toledo a aprender las artes mágicas para usar éstas en su carrera eclesiástica, y al que una cabeza parlante “fabricada” en Toledo, habría orientado y revelado el camino al éxito. Tanto así que habría llegado a Papa, convirtiéndose en Silvestre II. El “Papa Mago” que ocupó la sede de san Pedro en el año 1000.
Siglos después, cuando desaparezca la orden de temple, surgirá la leyenda de que el Baphomet de los templarios, no era sino la antigua “cabeza mágica” de Silvestre II. Cabeza “fabricada” o encontrada en Toledo. Como si por decirlo así, la “ciencia del Baphomet”, pudiera haberse estudiado y aprendido en la “cátedra de nigromancia” de Toledo…

Viendo el enigmático rostro del Cristo “trifaz” de Santo Domingo el Antiguo, no puedes sino pensar que sea como fuera, el misterio templario hará parte en todo caso, del secreto y encanto de Toledo…

La cueva templaria de Toledo

De la cueva de san Miguel se ignora a ciencia cierta cuál fue su función original, si bien parece claro su uso como bodega durante el siglo XIX y posiblemente también y con anterioridad, en época romana, su uso como prisión; habiendo sido explicada en ocasiones como catacumba e incluso como hipogeo sagrado. En cualquier caso su interesante situación en pleno corazón del barrio templario de Toledo, y justo enfrente de la iglesia templaria de san Miguel, la convierten en uno de los enclaves por excelencia del Toledo Mágico.

Serpiente templaria

La idea es así atractiva… Las galerías cegadas de la cueva, posiblemente conectadas con los subterráneos de la propia iglesia de san Miguel, invitan a imaginar el lugar como la sede del reverso “iniciático” de la Orden del Temple en Toledo, que bien podría usarla como lugar para sus “supuestos” rituales y enseñanzas esotéricas. Ritos heterodoxos para la ortodoxia católica y que convenía llevar a cabo en el ámbito oculto y subterráneo de la cueva. Del mismo modo, es conocida la predilección de la orden del Temple por situar sus encomiendas, casas y castillos, en lugares asociados a antiguas tradiciones espirituales y religiosas de remoto origen pagano, así como en parajes vinculados a supuestos “lugares de poder”. Es así frecuente encontrar en la proximidad y entornos de las posesiones de la Orden del Temple, montes “sacros”, dólmenes y construcciones megalíticas, simas, cuevas o manantiales, o restos arqueológicos de espacios sagrados precristianos. Podría dar la impresión en este sentido de que el Temple, buscara deliberadamente estar cerca de aquellos lugares que desde antaño, estuvieron tocados del hálito de lo religioso y espiritual. Enclaves donde lo sagrado penetrase lo profano y se produjese el contacto entre la realidad contingente y material, y la realidad espiritual y metafísica. Las cuevas en este orden de cosas, tendrán reveladores niveles de significación que las aproximarán a esta búsqueda de lo “mágico” y “numinoso”, que bien pudo hacer parte fundamental del mundo templario.

La cueva, símbolo del seno materno de la Magna Mater de la tradición pagana, y receptáculo de “fuerzas telúricas” que el “hierofante” pretende manejar, se convierte así en uno de los espacios por excelencia del pensamiento mágico. De la pretensión “del mago” de operar sobre el mundo natural, manejando el hilo sutil en invisible que conecta todas las cosas entre sí, más allá de las concatenaciones visibles de la causa/efecto.

Cueva, símbolo de las entrañas de la tierra y del universo, del Anima Mundi o alma del universal desde la cual, se mueven los hilos ocultos del mundo natural y cuyo conocimiento y manejo, equivaldría al manejo mismo de los hilos de la “Creación”. Esto no es sino en gran medida el fundamento doctrinal de la Magia, entendida ésta en su sentido más eminente.

La cueva se convierte en éste orden de cosas y desde ese simbolismo al que estamos haciendo referencia, en centro por excelencia de la iniciación en los “saberes mágicos”; de por decirlo así, “iniciación” en la ciencia de las “fuerzas invisibles” del universo.
La idea de la “unidad total de la materia” así como del espacio y el tiempo, representada en el símbolo del Uroboros o dragón que se muerde la cola, a modo de cómo diría Spinoza “naturaleza naturante”, operaría sobre el mundo material visible como si de su conciencia oculta se tratase. El poder del mago derivará entonces de su capacidad para manejar las fuerzas de dicho “dragón”…

Asociada a la cueva también podremos encontrar la idea de ésta como referente simbólico del proceso iniciático de regreso a la Magna Mater, y posibilidad de renacimiento tras la debida restitución del equilibrio en el alma. Renacimiento “tras la noche iniciática” en el vientre de la Gran Madre, de la que el neófito reaparecería trasfigurado con un nuevo y superior estatus de realización espiritual. Cueva así también cómo centro de purificación y despertar espiritual del que la entrada y salida de la misma, sería referente simbólico de un nuevo nacimiento.
La cueva así será no solo un centro de fuerzas mágicas y telúricas, sino también un escenario propiciatorio de la trasmutación del alma hacia un nivel superior. Lo que no es sino uno de las ideas fundamentales de la tradición esotérica.
Finalmente y en relación con todo lo anterior, la cueva como útero de la Magna Mater en el que germinaría la acción del Dis Pater, la Divinidad de los Cielos, que desposaría al “alma de la tierra” dando lugar a “la Creación”. La cueva así cómo lugar en el recomenzar esa Creación y alcanzar el equilibrio y armonía de la “Edad de Oro”, estado previo de plenitud espiritual, anterior a la Caída o “pecado original”. Es así un volver a la “unidad perdida” que la Caída adánica malogró y que mediante el renacimiento iniciático, quedaría reinstaurada.

El llamado “templarismo” o supuesto reverso esotérico de la Orden del Temple, nos plantearía el mundo templario como una “caballería espiritual” en la que la unión de la oración y la espada, conforme a un ideal de plenitud del alma, conducirían al Temple a convertirse en el eslabón medieval de la cadena de la Tradición Esotérica europea.
Es desde esta perspectiva que la cueva toledana de san Miguel, ubicada justo enfrente del enclave templario del mismo nombre, se convierte en un sugerente espacio es el que el simbolismo del subterráneo, parece encajar a la perfección con la leyenda del “templarismo”…

De todo ello en nuestras rutas por Toledo estaremos encantados de exponer y conversar con viajeros y curiosos como tú. Rutas nocturnas en las que desde la punta del iceberg que en artículos como éste recogemos, nos adentraremos hasta lo más profundo del Misterio y la Magia de Toledo…

Que no te lo cuenten… ¡VÍVELO!

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