Es en el evangelio apócrifo de san Juan evangelista, que se nos señala la “dormición” que no muerte de la Virgen María, que depositada en un sepulcro en Getsemaní, a los tres días ascendió a los Cielos.
De manera similar este episodio lo encontramos en el llamado Libro de Juan, arzobispo de Tesalónica, y con modificaciones de tono abiertamente legendario en la llamada Narración de José de Arimatea.
Más allá del carácter apócrifo de estas fuentes, lo cierto es que desde los tiempos de los Padres de la Iglesia, se aceptó y defendió la Asunción de María, que se convirtió en una creencia común y popular en toda la Cristiandad. No siendo sin embargo hasta una fecha tan reciente como el 1 de noviembre del 1950, que dicha creencia, fue establecida por el papa Pío XII como dogma de Fe.
Previamente san Agustín defendió la Asunción de la Virgen en el tratado Ad Interrogata, y en la misma línea fue planteada por santo Tomás de Aquino ya en plena Edad Media.
Al margen de esto, hay que tener presente que en la Antigüedad y mayormente en Oriente próximo, las fechas de mediados de Agosto, eran fechas consagradas a la Magna Mater, o “diosa madre”. Recogida ésta en distintas formas y nombres; como pueda ser la diosa siria Atargatis, protectora de la fertilidad de Hombres y cosechas, o las Vinales Rústicas consagradas a Venus en Roma. Y en este caso referidas a los huertos y el comienzo de la vendimia.
También en Roma las festividades de mediados de Agosto, concluían con grandes festejos consagrados a Diana, la diosa cazadora señora de bosques y florestas. Protectora de la naturaleza, y símbolo de castidad y feminidad virtuosa.
El origen de la fecha del 15 de agosto. Día de la Asunción
En este sentido, el mes de Agosto, que en el calendario romano comenzó siendo el mes sexto o Sextilis, y que para mayor gloria del emperador Augusto, acabó recibiendo el nombre de éste, guardó siempre en su meridiano, unas celebraciones vinculadas a la celebración de la divinidad y la espiritualidad en la dimensión y faceta femenina de ésta: la Magna Mater, Venus, Diana, la gran diosa siria Atargatis, etc…
Estas celebraciones y creencias paganas referidas a dichas fechas, servirán de sustrato y humus para el asentamiento y desarrollo del culto y celebración de la Asunción de la Virgen María. Culto que a modo simbólico abundaría en la santidad y virginidad de María, que estaría en los Cielos sin haber dejado en la Tierra cuerpo pudrescible, y que directamente en “cuerpo glorioso” (cuerpo y alma perfectamente unidos y glorificados por el Espíritu Santo) habría subido a lo Alto. Reafirmándose así su carácter de “diosa suprema” del panteón cristiano (si se nos permite hablar así), y protectora de los hombres y mujeres que acuden a ella en busca de consuelo.
La feminidad sagrada o dimensión femenina de la divinidad, hizo siempre parte de las religiones paganas de Europa, y si bien éstas tienen un acento mayormente viril y patriarcal, nunca son misóginas, y Atenea, Freya, Juno o Macha, así lo constatan fehacientemente. Dicha feminidad sagrada no se perderá con el cristianismo y como ocurre con otros muchos cultos paganos, serán reformulados a través de los santos, vírgenes y efemérides de la Cristiandad, siendo así que de otra manera y con otras vestiduras, la cadena no terminará de perderse… y la corriente se mantendrá.